En el siglo III antes de Cristo, Eratóstenes de Cirene, astrónomo y bibliotecario griego, midió con asombrosa precisión la circunferencia del planeta usando solo sombras y matemáticas. Sin embargo–siglos después– hay personas que todavía no creen que la Tierra es redonda.
Esa misma lógica de negar, desacreditar y sembrar dudas ha marcado otras grandes mentiras científicas y ambientales. En los años setenta, expertos de ExxonMobil advirtieron dentro de la propia empresa que el uso continuo de combustibles fósiles estaba alterando el clima global. La respuesta no fue advertir al público ni frenar las emisiones, sino financiar una campaña mundial para desacreditar la ciencia climática. Décadas después, cuando el mundo entero enfrenta olas de calor más intensas, incendios más destructivos y aire más contaminado, las consecuencias de esa desinformación siguen siendo reales. Comunidades como la latina en Estados Unidos, que suelen vivir en zonas más vulnerables y con menos acceso a protección ambiental, se ven especialmente afectadas.
La desinformación ambiental en el Siglo XXI
En el siglo XXI, la desinformación ambiental no desapareció. Adoptó nuevas formas y encontró nuevos portavoces. Hoy día, se desacreditan hallazgos científicos desde discursos oficiales, plataformas digitales y medios afines. Uno de los casos más visibles es el del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha calificado el cambio climático como “un engaño” y ha atacado reiteradamente las energías renovables, especialmente la eólica. En julio de 2025 afirmó erróneamente que los molinos de viento son “el mayor engaño de todos” y que “están matando a nuestras aves”.
Según estimaciones del Climate MIT, las turbinas eólicas provocan entre 140,000 y 679,000 muertes de aves al año en Estados Unidos. Otras proyecciones, como la de American Bird Conservancy, sugieren alrededor de 538,000 muertes anuales si se ajusta a la expansión del sector. Pero esas cifras palidecen frente a otras amenazas: los gatos matan aproximadamente 2,400 millones de aves cada año, los choques contra ventanas y edificios causan entre 365 y 988 millones de muertes anuales, mientras que los cables eléctricos causan entre 25 y 57 millones, según estudios del U.S. Fish & Wildlife Service, y se estima que en total las colisiones con estructuras humanas matan entre 500 millones y más de 1,000 millones de aves cada año en EE. UU.
Las mentiras desde espacios del poder
Otras afirmaciones de Trump, como que el ruido de los aerogeneradores causa cáncer o que la energía eólica contamina más que el petróleo, no tienen respaldo científico y han sido refutadas por agencias federales y centros de investigación independientes. Pero al ser repetidas desde espacios de poder, estas declaraciones siembran confusión, erosionan la confianza pública en la ciencia y retrasan las respuestas urgentes que requiere la crisis climática, afectando a toda la sociedad y especialmente a comunidades que ya enfrentan mayores vulnerabilidades ambientales, como la latina en Estados Unidos.
La desinformación también es una amenaza climática
La desinformación climática no solo circula desde los discursos de poder. En muchas comunidades latinas, las redes sociales como Facebook y WhatsApp y las cadenas de mensajes virales han amplificado falsedades que debilitan la confianza en la ciencia y entorpecen la respuesta pública frente a fenómenos extremos. Isabel Rubio, periodista y experta en verificación de datos de Factchequeado, una iniciativa colaborativa sin fines de lucro (y aliado de YCC en español) que combate la desinformación que afecta a las comunidades latinas e hispanas en los Estados Unidos – ha monitoreado de cerca las narrativas falsas que circulan en español sobre el cambio climático y alerta sobre su capacidad de confundir, desmovilizar y poner en riesgo a poblaciones ya vulnerables frente a eventos extremos.
Rubio señaló por correo electrónico que “en las comunidades latinas circulan diversas narrativas falsas sobre el cambio climático, muchas de ellas difundidas a través de redes sociales. Algunas de las más comunes incluyen la negación de que el cambio climático esté ocurriendo o de que sea causado por la actividad humana; la idea de que el CO2 no es un contaminante; que el calentamiento global no provoca el aumento del nivel del mar; y que los fenómenos meteorológicos extremos no se están volviendo más frecuentes ni intensos”.
Teorías conspirativas
Además, alerta sobre la expansión de teorías conspirativas como la de los ‘chemtrails’ (que sostiene de manera errónea que aviones nos fumigan para manipular el clima) o la creencia de que las sequías son provocadas artificialmente. También advierte sobre contenidos engañosos que buscan generar desconfianza en los autos eléctricos o que aseguran, sin pruebas, que el ser humano controla el clima y el tiempo, o que “la Agenda 2030 de la ONU busca imponer un control global bajo el pretexto de la acción climática”.
Rubio compartió un ejemplo reciente: “Hace unas semanas detectamos múltiples contenidos en redes sociales que aseguraban que ‘el planeta se está enfriando’ y cuestionaban la existencia del cambio climático. Sin embargo, expertos consultados por Factchequeado calificaron estas afirmaciones como falsas y ‘un disparate”. Rubio mencionó que los científicos señalan que existe un sólido consenso científico en que la Tierra se está calentando y que, aunque puedan registrarse enfriamientos puntuales por factores naturales como El Niño, los datos oficiales confirman que la temperatura global continúa aumentando de forma sostenida. Subrayó que es esencial contrarrestar este tipo de desinformaciones para evitar confundir al público y debilitar la confianza en la ciencia.
Negacionismo y retardismo
En cuanto a las estrategias más comunes utilizadas por quienes propagan estos mensajes falsos, Rubio identificó dos patrones principales. El primero es el negacionismo, que “rechaza abiertamente la existencia del cambio climático o niega que sea causado por la actividad humana. Además, tiende a minimizar fenómenos extremos como olas de calor o huracanes, asegurando que ‘siempre han ocurrido’ y que no son consecuencia del calentamiento global”.
La segunda estrategia es el retardismo, que según Rubio, “a diferencia del negacionismo, reconoce que el cambio climático es real, pero promueve la inacción. Sostiene ideas como: ‘ya es demasiado tarde para hacer algo’ o ‘las soluciones propuestas son inútiles o incluso dañinas’. Su objetivo es sembrar dudas sobre la eficacia de las medidas necesarias y así retrasar la acción climática”.
Rubio mencionó un informe reciente del Panel Internacional sobre el Entorno de la Información, publicado en junio de 2025, que concluye que “el negacionismo clásico ha sido reemplazado por un escepticismo más estratégico. Esta nueva forma de desinformación reconoce la existencia del cambio climático, pero minimiza su gravedad, pone en duda sus causas humanas y desacredita las soluciones”.
Según el mismo informe citado por Rubio, “una táctica común es distorsionar el consenso científico sobre el cambio climático y difundir datos falsos o engañosos sobre el problema y sus posibles soluciones. El objetivo es confundir a la población respecto a la realidad del fenómeno, restar urgencia al problema y diluir la responsabilidad individual y colectiva frente a la crisis climática”.
Rubio también explicó por qué esta desinformación climática afecta de forma especialmente grave a la población latina frente a eventos extremos como huracanes, olas de calor, inundaciones o incendios forestales. “Muchas comunidades latinas viven o trabajan en zonas más vulnerables al impacto climático —áreas costeras, regiones agrícolas, viviendas precarias o barrios con menos infraestructura—. Si además reciben información errónea (como que ‘el cambio climático no es real’ o que ‘las tormentas están manipuladas’), es más probable que subestimen el riesgo, no tomen precauciones a tiempo o desconfíen de alertas oficiales”.
Agregó que narrativas retardistas como “ya es demasiado tarde para actuar” también “desmotivan la adopción de soluciones y puede hacer que comunidades latinas no apoyen políticas climáticas”.
Finalmente, Rubio compartió una serie de recomendaciones prácticas tanto para periodistas como para el público en general.
Para periodistas:
- “Identifica y combate las narrativas desinformantes. Reconoce patrones como el negacionismo (‘el cambio climático no existe’) o el retardismo (‘ya es tarde para actuar’) y contrarréstalos con evidencia clara, datos actualizados y contexto”.
- “Explica con claridad y rigor. Evita tecnicismos innecesarios, pero no sacrifiques la precisión. Traducir la ciencia no significa simplificarla, sino hacerla comprensible —y, siempre que sea posible, atractiva— sin distorsionarla”.
- “Evita el falso equilibrio. En temas donde existe consenso científico sólido, como el cambio climático, presentar opiniones sin respaldo como si fueran equivalentes a la evidencia es irresponsable”.
- “Consulta fuentes confiables. Prioriza estudios revisados por pares, metaanálisis y expertos independientes. Sé cauteloso con preprints o estudios de baja calidad. Además, es clave verificar los contenidos: herramientas como la búsqueda inversa de imágenes, la geolocalización y otras estrategias disponibles en la Caja de Herramientas de Factchequeado pueden ayudarte a detectar contenidos manipulados o fuera de contexto”.
Para el público en general:
- “Evita el ‘comparto por las dudas’. Si no estás segura de que una información es verdadera, no la reenvíes”.
- “Presta atención a la fuente del contenido que te llega. Que alguien sea una persona a la que quieres o le tienes afecto no la hace experta en el tema. Presta atención a la fuente y rechequea que efectivamente esa universidad, organización o medio haya publicado lo que se le atribuye”.
- “Consulta medios de verificación. Recurre a plataformas confiables como Factchequeado. Puedes enviar contenidos para verificar por WhatsApp al +1 646 873 6087 o en factchequeado.com/whatsapp”.
- “Desconfía de frases absolutas y mensajes virales. Si un contenido afirma cosas como ‘todo es mentira’ o ‘nos están manipulando desde el cielo’, probablemente sea falso”.
- “Aprende a verificar por ti mismo. Factchequeado ofrece herramientas gratuitas en español para detectar imágenes falsas, videos manipulados o contenidos descontextualizados”.
La desinformación climática no es un error inocente, es una estrategia con consecuencias reales. Reconocerla, entenderla y combatirla es esencial para proteger a quienes más lo necesitan y para no perder más tiempo frente a una crisis que no espera.
Factchequeado es una organización colaboradora de Yale Climate Connections.
Great Job Johani Carolina Ponce & the Team @ Yale Climate Connections Source link for sharing this story.